sábado, 18 de octubre de 2014

Adidas Chile Durlast 74


El jefe de mi padre, el sr Vallés era miembro de la directiva del Barça. Fue por esta vía que obtuve mi primera experiencia en un campo de fútbol, gracias a unas invitaciones que el Sr Vallés nos regaló en tribuna. Fue en un Barça - Sporting de Gijón y creo recordar que el resultado final fue de empate a dos. 
Por aquél entonces yo no había mostrado aún interés alguno por el fútbol por lo que mi padre tampoco mostró excesivo entusiasmo en llevarme. De todos modos los dos nos dirigimos al Camp Nou aquél día. 

Mi padre tampoco era gran aficionado al fútbol. Solía decir que era "perico" pero todos sabíamos que se trataba más de un acto de rebeldía que de una verdadera pasión. 

Tras sortear el tráfico de General Mitre con la flamante vespa azul de mi padre, logramos acomodarnos en la tribuna del estadio y una vez allí, cómodamente sentado instantes antes del comienzo del partido me percaté de un par de cosas que me llamaron poderosísimamente la atención: por un lado esa hierba verde, tan verde como un prado espectacular, luminosa y hermosa y por otro, la falta de comentarista! 

Yo no debía tener más de ocho años y mi experiencia futbolística se basaba en los eternos partidos en blanco y negro de la televisión. No había caído en la cuenta de que en un estadio los colores de todo eran tan vivos y que el comentarista de la tele no estaba presente para detallar y explicar las jugadas. A menudo los niños disponen de una experiencia concreta de la realidad marcada por los medios o por experiencias que luego generalizan y que más adelante descubren con algarabía y riéndose de sí mismos. 
Cuando mi padre se encontró con mi pregunta de por qué no radiaban el partido creo que rio un poco aunque no recuerdo bien su respuesta. Lo que sí recuerdo eran sus comentarios sobre mi actitud en el estadio. "Pareces un lord inglés! Ni gritas, ni muestras emociones... Vaya tío más soso!" Y es que con ocho años a mí el tema futbolístico me dejaba bastante indiferente. Era del Barça, claro; pero por inercia, porque todo el mundo conocido era del Barça. Cómo no iba a serlo? 

Unos días más tarde, en un Barça- Zaragoza en que los azulgrana ganaron por dos a cero, el Sr Vallés bajó al vestuario y se hizo con el balón del partido, un flamante Adidas Chile Durlast (official world cup 1974). Resuelto, se dirigió a los jugadores y les pidió que lo firmaran ya que lo quería regalar al hijo del sr Llorenç, mi padre. 
Hoy aún tengo en casa de mis padres el viejo balón, ya deteriorado, pero en el que aún pueden leerse vagamente las firmas de los Simonssen, Ramos, Olmo, Artola ….

Muchas noches después acariciaría el cuero maltrecho de ese tesoro fantaseando con que un día fue pateado por esos jugadores, viejas glorias del Barça. Con el tiempo se convirtió, claro, en icono museístico para mostrar con orgullo a los amigos que venían de visita a mi casa. Algún día ese balón pasará a manos de mi hijo. 

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