miércoles, 8 de julio de 2015

Gin tonics en el chino


Cae la tarde y Juan Pablo no quiere regresar a casa. Sabe que la histérica de su mujer está esperándole con las mil recriminaciones habituales, con las cantinelas de siempre y las agonías perturbadoras nuevas que en esta última temporada ella anda perfeccionando hasta la extenuación.
Se sienta en una mesa del bar chino de siempre y cae en la cuenta que por la televisión con churretes grasientos aparecen las imágenes de su queridísimo madrid que hoy juega partido de champions en Alemania. Se alegra y sin pensárselo dos veces le pide a Lili un gin tonic -"de campeones", sugiere con voz divertida. Manda un wazzapp a Lourdes donde brevemente le cuenta que hoy hay partido y que se queda en el bar. Ella no contesta el mensaje convencida que si no hubiera partido sería otra excusa.
Juan Pablo no es lo que se dice un alcohólico al uso sino más bien un hombre que se deja acompañar por las copas en sus momentos de tristeza, que dicho sea de paso, son diarios.
El futbol en el chino es una de sus mas valiosas excusas para escapar de su angustioso hogar.
Los primeros años con Lourdes eran otra cosa. Bajaban juntos al bar a ver los partidos (ella es colchonera) y reían y se provocaban y se besaban. A menudo se quedaban en casa y practicaban el ritual de las patatas fritas, cacahuetes y cervecita para amenizar el encuentro. Él recuerda disfrutar junto a ella en estos momentos de pre-match; por la mañana ya pensaba en la velada junto a Lourdes que a menudo terminaba en un apasionado encuentro marital en el sofá paralelo al partido de futbol.
Pero ahora todo era distinto. Lourdes había perdido la ilusión de antaño por él. El paso de los años había sentenciado una relación destinada al fracaso. Juan Pablo sabía bien de eso. Su sentido premonitorio a menudo lo sorprendía. En este sentido, desde el mismo dia en que la conquistó supo que se trataba de la mujer de su vida pero algo le hacía presagiar que podía tratarse de su peor fracaso. Y con esa convicción en el alma dejó pasar el tiempo sin hacer nada por evitar el derrumbe.
Juan Pablo apura la copa y se dispone a pedirse la siguiente. Se percata que no està atento al partido sino que está pensando en Lourdes. Se siente culpable por amarla intensamente pero no saber demostrárselo. Cree que todo està perdido ya y no se ve con fuerzas para intentar un acercamiento seductor. Reconoce que las mujeres esperan precisamente eso de los hombres pero se dice a sí mismo que todo esto es puro teatro que ya dispone de grandes especialistas del ligoteo de barra. Él no es lo que se dice un seductor. Se observa a si mismo: barriga incipiente, calva cada vez más depurada, uñas negras de mecánico, barba de días y mirada de desilusión. Si apareciera un dia por casa vestido de traje y corbata, perfumado, afeitado y con flores y una invitación a cenar Lourdes se reiría en su cara!

Cristiano marca un extraño gol de espuela y Juan Pablo le da un nuevo sorbo a su gin tonic ajeno a la celebración de la parroquia.
Lourdes por su parte lee en la cama tranquilamente una de las novelas de Agatha Christie que aún le faltaba por disfrutar de su colección adolescente. Sin saber bien como su mano cae relajadamente sobre sus pechos y lentamente se acaricia el torso hasta llegar irremediablemente a su  lugar secreto entreteniéndose en juguetear con sus pliegues más íntimos recordando el tremendo orgasmo que le regaló hace unos meses su compañero del curso de inglés. No se siente culpable por haber traicionado a Juan Pablo en aquella situación. Se trató mas bien de una pequeña venganza liberadora.


El tercer gin tonic llega a su fin y un leve y agradable estado de euforia invade al mecánico del Clot. Pareciera ahora que las agonías cotidianas se difuminan en un halo de felicidad contenida. Habla con el chino del bar sin llegar a entenderse demasiado y intenta gastar alguna broma a la gordita Lili que rie una y otra vez sin entender un pimiento. Juan Pablo se percata de la situación y mientras pide su cuarta copa rememora grandes momentos de su juventud; sueños por construir, ilusiones en proyectos de trabajo, ligues de verano, exitosas salidas de grupo donde él siempre era el más agudo y bromista. Hundiendo la mirada se pregunta cómo ha dejado que la madurez lo fagocitara de esta manera tan cruel. Sin poder tener hijos, con un trabajo de mierda en un taller de barrio, con una otrora  hermosa mujer ahora marchitada y herida, con una falta de ilusión en el presente y en el futuro que no va más allá de evadirse en el bar mirando el futbol.  Y es precisamente esto, la falta de ilusión continuada, el convencimiento que el futuro será igual al presente o tal vez peor lo que inmoviliza a Juan Pablo y tapona sus pensamientos. Sólo el fútbol y su querido Madrid con la expectativa semanal de ilusión pasajera alegran parcialmente su existencia marcando dias concretos en el calendario donde sentir alguna esperanza y motivación, aunque esta salga sólo de las botas de Cristiano.