sábado, 18 de abril de 2015

Sociedad líquida y fútbol: el partido del siglo I


Cada año llega el partido del siglo. Desde que tengo uso de razón cada temporada nos venden por los medios uno o más partidos del siglo y nos lo creemos sin pensar demasiado. 
Así son las cosas. Esta temporada ya no recordamos el partido del siglo del año pasado. Sólo existe este, el de la semana que viene. Y en él ponemos todas nuestras energías y esperanzas.
Los futboleros atendemos a la llamada del super partido esperanzados por la posible gloria sin atender a los fracasos ni disfrutar de las alegrías pasadas. Esa esperanza en un espectáculo increíble se nos presenta a modo de anestesia frente a  los sometimientos y renuncias sociales que nos estrangulan. El poder se ampara en nuestra libertad para elegir de entre todas las posibilidades para centrar nuestra atención precisamente aquellas con mayor dosis de diversión, emoción y pasión permitiéndonos olvidar todo aquello que nos atenaza o la simple observación de la injusticia de la que todos formamos parte.
A modo de "pan y circo" el partido del siglo somete sutilmente nuestras ansias de libertad -para los que las tengan- así como anestesia a todos aquellos que no tienen conciencia de estar alienados. Mi caso particular es el del alienado parcial amparado en la incoherencia. Sólo me salvan las tesis de Bauman. Bendita sociedad líquida.

jueves, 9 de abril de 2015

Aftermatch en la barra



No todas las noches Toni llega a casa tan borracho con la excusa algo sobada del partido de copa. Esta noche nuestro amigo intenta abrir la puerta de la calle recordando las risas entusiastas con sus amigos a propósito de la conversación machista sobre sus mujeres. Lo que a priori parece algo sexista se reconvierte con el calor de las copas en un diálogo ameno, comprensible y lo que es peor, consensuado entre todos sus amigos. "No puede ser que a todos nos ocurran las mismas cosas", piensa mientras lucha ferozmente por encontrar la llave.
Esta noche el barça ha derrotado al atlético por un triste uno a cero. Toni lo ha pasado bien. Tuvo frío, allí en tercera gradería, pero se llevó la manta para taparse las piernas.
Cuando salía del estadio Fede le chinchó para irse al bar de costumbre a hacer la última copa y él, ingenuo, picó. Fede tiene una relación abierta con Carla, tan abierta que está llena de posibilidades. Miguel está soltero, asiduo a las putas, sin hora límite de vuelta a casa. Ricardo tiene novia pero está lejos hoy.
Los cuatro toman copas entre risas y recuerdos de adolescencia. La cuarentena les está minando la vida pero ellos siguen empedernidos en su juventud bien llevada.
Toni se siente culpable por emborracharse lejos  de su amada, aquella que nueve meses atrás le dejó tras más de diez años junto, pero se toma gin-tonic tras gin-tonic encogiendo a cada trago su remordimiento.
La terapia machista del futbol surge efecto y hace que los cuatro muchachos vuelvan a casa enardecidos, eufóricos.
Por su parte, Toni, siente hoy con más firmeza que ama a Eva. Lo siente con mayor ímpetu contra más violentas son las reprimendas de sus amigos; "¿cómo que la has de re enamorar?..."; "¿ella sabrá lo que se pierde, no?"; "¿y ahora has de hacer los mil detallitos de novio primerizo?"; "Aprovecha que toda tu vida has ligado para ponerte ahora las botas!"; "¿Cómo que se siente insegura?... O amas a alguien o no!"; "la culpa es tuya por ser un calzonazos"; "para que una relación funcione bien tú debes marcar las líneas rojas desde el inicio"….  En ese contexto de machos entre copas todo parece claro. Un hombre debe manejar sus sentimientos con firmeza, sabiéndose dueño y señor de sí mismo, con un sutil toque de dominación disimulada por una seguridad bien aparentada. Uno no puede venirse abajo ni dejarse llevar por emociones que un machote como él debería controlar. Brindan y ríen. Despotrican de sus mujeres y se burlan de lo que no entienden. Parecen felices.
Pero a decir verdad, en la soledad de su dormitorio Toni no puede controlar sus sentimientos y rompe a llorar violentamente, con tal ímpetu y voluntad que parecería que todas las lágrimas nunca antes derramadas se concentran hoy en su almohada, empapada y con un dulce aroma a ginebra. Siente que toda la fortaleza y nueva determinación encontrada en el bar se esfuma con sigilo dando paso a la angustia profunda por no tener a Eva su lado, por no sentir su cuerpo ni su risa. Poco a poco una somnolencia alcoholizada se va apoderando de él ajeno a la realidad que esa fortaleza masculina del bar también se desvanece invariablemente en el resto de sus amigos, en la totalidad de hombres que él cree conocer.