Mientras
esperaba en el banquillo aportar su humilde contribución a la nueva derrota de
su equipo cavilaba cabizbajo y adormilado el motivo por el que muchos
documentales norteamericanos de corte menor intelectual acostumbraban a repetir
escenas y "resituar" al espectador dentro del mismo capítulo para
"arrancar" de nuevo con el guion donde lo habían dejado por unos
instantes. Se trataba de series documentales relativas a guerras, alienígenas,
construcciones ciclópeas, decoración exprés de hogares estadounidenses,
experiencias de adolescentes embarazadas, supervivientes, cárceles de máxima
seguridad, grandes conspiraciones mundiales, visiones futuristas o misterios de
la humanidad. En todos ellos durante unos minutos -como si se hubiera tenido
que cortar el programa por la publicidad- se dedicaba un intervalo a modo de
recordatorio para que el espectador pudiera seguir sin problemas el hilo de la
explicación.
Mientras
pensaba en ello se perdió el tercer gol que su amigo Jordi acababa de encajar
tras un fallo en cadena de toda la defensa para desesperación de Mauro, el
sufrido entrenador del equipo Cadete C a la vez que su inmisericorde padre.
¿Dónde se había visto un padre-entrenador de un equipo escolar que no alineara
a su propio hijo en el once titular?. Tras maldecir discretamente a su padre y
comprobar el estado de ánimo general de sus compañeros volvió a su indagación
interior cayendo de repente en la cuenta que tal vez los telespectadores
norteamericanos necesitaran de estos recordatorios poco sutiles para poder
seguir con atención el programa; alguien le había comentado que la gente de
estados unidos dispone de una media cultural realmente baja rozando en muchas
ocasiones la verdadera estupidez. Sin embargo esta idea era generalista en
extremo y no concebía como la nación que lideraba la humanidad pudiera estar
plagada de personas idiotizadas.
En el descanso
se dedicó a chutar balones en el terreno de juego junto a sus compañeros de
banquillo sabedores todos ellos que disfrutarían de los últimos quince minutos
de juego antes de finalizar el encuentro, con todo decidido. Aunque bien mirado
el partido ya estaba decidido. Perdían tres a cero y no habían conseguido un
solo gol en las últimas cuatro jornadas con lo que soñar con una remontada
épica se presentaba como una quimera.
Entre pase y
pase corría por el centro del campo improvisando un ridículo y inútil
precalentamiento. Pero era la costumbre y así lo hacían sin pensárselo dos
veces cada sábado por la mañana.
Cuando sus
compañeros de equipo saltaron al terreno de juego nuevamente se retiró con
lentitud hacia su lugar acostumbrado en el banquillo, balón bajo el brazo y
arrastrando las botas con las medias caídas resignado a su suerte de jugador
segundón.
Las
conversaciones de los suplentes nunca eran agradables. Discurrían entre la
crítica mordaz hacia sus compañeros titulares sustentadas en una envidia
corrosiva y los comentarios lamentables sobre las series y programas de moda.
Ensimismado de nuevo en su reciente incógnita preguntó a sus colegas sobre la
cuestión de los documentales americanos que tanto le intrigaba aún a sabiendas
que tal vez estos le tomarían por un friki. Tras comprobar esta última
posibilidad prefirió pasar el resto del tiempo callado y no participar de las
estúpidas bromas de Pau, Mohamed y Ricardo.
Su equipo
encajó aquella mañana soleada un par de goles más en la segunda parte y su
brillante aportación en el tramo final del encuentro no pasó de un par de pases
bien dados, tres o cuatro trotadas infructuosas, un robo de balón, un punterazo
sin suerte y una descomunal y violenta entrada sobre el ariete contrario en el
centro del campo que le costó la roja directa así como la absoluta
desaprobación de su padre y los abucheos de las familias del equipo
contrincante. Sin embargo él sabía que ese tremendo patadón por detrás serviría
para alegrar las conversaciones escolares de la próxima semana dónde una vez
tras otra sus amigos y él relatarían la anécdota reviviendo el momento,
exagerando, riendo y disfrutando para el sábado siguiente, en el próximo partido,
retomar el guion en el mismo banquillo de siempre.
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