lunes, 22 de febrero de 2016

El motivo de la repetición de escenas en series documentales americanas


Mientras esperaba en el banquillo aportar su humilde contribución a la nueva derrota de su equipo cavilaba cabizbajo y adormilado el motivo por el que muchos documentales norteamericanos de corte menor intelectual acostumbraban a repetir escenas y "resituar" al espectador dentro del mismo capítulo para "arrancar" de nuevo con el guion donde lo habían dejado por unos instantes. Se trataba de series documentales relativas a guerras, alienígenas, construcciones ciclópeas, decoración exprés de hogares estadounidenses, experiencias de adolescentes embarazadas, supervivientes, cárceles de máxima seguridad, grandes conspiraciones mundiales, visiones futuristas o misterios de la humanidad. En todos ellos durante unos minutos -como si se hubiera tenido que cortar el programa por la publicidad- se dedicaba un intervalo a modo de recordatorio para que el espectador pudiera seguir sin problemas el hilo de la explicación.
Mientras pensaba en ello se perdió el tercer gol que su amigo Jordi acababa de encajar tras un fallo en cadena de toda la defensa para desesperación de Mauro, el sufrido entrenador del equipo Cadete C a la vez que su inmisericorde padre. ¿Dónde se había visto un padre-entrenador de un equipo escolar que no alineara a su propio hijo en el once titular?. Tras maldecir discretamente a su padre y comprobar el estado de ánimo general de sus compañeros volvió a su indagación interior cayendo de repente en la cuenta que tal vez los telespectadores norteamericanos necesitaran de estos recordatorios poco sutiles para poder seguir con atención el programa; alguien le había comentado que la gente de estados unidos dispone de una media cultural realmente baja rozando en muchas ocasiones la verdadera estupidez. Sin embargo esta idea era generalista en extremo y no concebía como la nación que lideraba la humanidad pudiera estar plagada de personas idiotizadas.

En el descanso se dedicó a chutar balones en el terreno de juego junto a sus compañeros de banquillo sabedores todos ellos que disfrutarían de los últimos quince minutos de juego antes de finalizar el encuentro, con todo decidido. Aunque bien mirado el partido ya estaba decidido. Perdían tres a cero y no habían conseguido un solo gol en las últimas cuatro jornadas con lo que soñar con una remontada épica se presentaba como una quimera.
Entre pase y pase corría por el centro del campo improvisando un ridículo y inútil precalentamiento. Pero era la costumbre y así lo hacían sin pensárselo dos veces cada sábado por la mañana.
Cuando sus compañeros de equipo saltaron al terreno de juego nuevamente se retiró con lentitud hacia su lugar acostumbrado en el banquillo, balón bajo el brazo y arrastrando las botas con las medias caídas resignado a su suerte de jugador segundón.

Las conversaciones de los suplentes nunca eran agradables. Discurrían entre la crítica mordaz hacia sus compañeros titulares sustentadas en una envidia corrosiva y los comentarios lamentables sobre las series y programas de moda. Ensimismado de nuevo en su reciente incógnita preguntó a sus colegas sobre la cuestión de los documentales americanos que tanto le intrigaba aún a sabiendas que tal vez estos le tomarían por un friki. Tras comprobar esta última posibilidad prefirió pasar el resto del tiempo callado y no participar de las estúpidas bromas de Pau, Mohamed y Ricardo.


Su equipo encajó aquella mañana soleada un par de goles más en la segunda parte y su brillante aportación en el tramo final del encuentro no pasó de un par de pases bien dados, tres o cuatro trotadas infructuosas, un robo de balón, un punterazo sin suerte y una descomunal y violenta entrada sobre el ariete contrario en el centro del campo que le costó la roja directa así como la absoluta desaprobación de su padre y los abucheos de las familias del equipo contrincante. Sin embargo él sabía que ese tremendo patadón por detrás serviría para alegrar las conversaciones escolares de la próxima semana dónde una vez tras otra sus amigos y él relatarían la anécdota reviviendo el momento, exagerando, riendo y disfrutando para el sábado siguiente, en el próximo partido, retomar el guion en el mismo banquillo de siempre. 

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