Si bien no he
conseguido resolver aún una de mis grandes dudas existenciales (el motivo por
el que algunos hombres usan calcetines con las sandalias de verano) ya me
asalta como una exhalación otro de los grandes enigmas sobre la indumentaria
moderna: los hombres que se pasean, orgullosos, con el cuello del polo
levantado.
Descartando antes
que nada motivos de comodidad (entiendo que pasarse el día rozándose el cogote
con el cuello levantado no debe ser muy cómodo) empiezo a elaborar curiosas
teorías sobre el tema sin estar verdaderamente convencido. Casi todos los
motivos que encuentro tienen que ver con una curiosa manera de entender la
adoración del propio ego de los personajes que aparecen sueltos por la calle
con el cuello alzado.
Según mis caseros
estudios sociológicos dichos individuos abundan por las zonas altas de
Barcelona y por zonas colindantes a la gran ciudad con una curiosidad: por
zonas como Sant Cugat es posible encontrarlos moviéndose por exclusivos clubs
deportivos, algunos de ellos con el atrevimiento ochentero de anudarse un
jersey a juego sobre los hombros; por otras zonas como Hospitalet, Ripollet,
Mollet (y algunas otras no terminadas en -et) se encuentran hombres con el
cuello alzado con la característica peculiar de que este va doblándose paulatinamente a medida que pasa la tarde por
tratarse de polos de imitación, por cierto algo ajustados.
Estos estrictos
estudios demuestran claramente que la moda aparece con mayor furor entre las
clases acomodadas, dispuestas como siempre a marcar estilo, aunque en este caso
se trate de uno algo macarra. Se demuestra también que en los barrios populares
se tiende a copiar esa corriente aún con la conciencia mas o menos clara que no
se va a poder vacilar de un polo de cien euros.
Los orígenes de la
cuestión debería buscarlos, supongo, en nuestros vecinos italianos, auténticos
innovadores en lo que a moda maculina chulesca se refiere. Tal vez venga de
allí pero lo cierto es que mi primer recuerdo de un cuello alzado nada tiene
que ver con un italiano. ¿Recuerdan al gran Eric? Monsieur Cantona innovó con
su estilo inimitable liderando al Manchester United, tirando de garra, de
fuerza y a menudo de agresividad y violencia con ese cuello levantado que tanto
impresionaba a los niños. Recuerdo claramente su mirada, antes de tirar una
falta, clavando los ojos sobre el
portero rival a la vez que se alzaba el cuello lentamente pero con fiereza. Un
ritual intimidatorio como pocos he visto en el deporte. Los rivales temían su
fuerza y su temperamento y el momento en que se alzaba el cuello mirando al
resto de jugadores por encima del hombro
representaba, concentrada, toda esa carga de tensión y chulería contenida.
Un destello que iluminaba su genialidad. Por cierto, sus miles de imitadores
supongo que persiguen concentrar algo de ese poder intimidatorio masculino sin
saber, ingenuos, que suscitan a menudo sonrisas calladas a tenor de la
ridiculez de sus pintas. Au revoir monsieur Cantona!