Luis pasó el dia de trabajo tranquilo, sin estresarse demasiado por las continuas presiones
del Sr Miquel, su jefe. Los últimos meses de trabajo habían sido una suerte de
pequeños desastres comerciales derivados de la crisis que habían llevado poco a
poco a la pequeña empresa familiar al borde de la quiebra. La tensión se
palpaba en el ambiente y las bromas, risas y buen rollo de antaño habían dado
paso poco a poco a una situación cotidiana de angustia, desesperanza y tensión.
Sin duda, el despido de Mireia fue el detonante por el que los demás empleados
atisbaron la magnitud de los problemas reales de la empresa.
Luis era uno
de los empleados más antiguos y de mayor confianza. Aunque no contaba con ser
despedido, sí que veía clara la posibilidad del cierre de la empresa y del
temido paro para los cuarentones mandos intermedios.
Sin embargo
aquél martes era especial. Todos los días están repletos de pequeñas
motivaciones, de metas cotidianas en las que visualizarse y obtener diminutos
disfrutes. La motivación de aquél martes era sin duda el partido de Champions.
No. No es idiotez. Cada vez que Luis aquella mañana se encontraba en medio de
un desaguisado o de una alerta de impago, cerraba los ojos y se decía a sí
mismo: “no passa res nen, avui al vespre gaudiràs al veure el partidet del
Barça, no et capfiquis ara amb això…demà ho solucionem” .
A las seis y
media Luis cerró el despacho y bajó las escaleras a toda prisa dispuesto a
disfrutar del resto del día.
Con un
“wazzap” Mayte le había recordado que debía pasar por el súper a comprar comida
para el chucho; “de aquella del bote
rojo, no vuelvas a equivocarte como de costumbre”. Obediente, Luis entró en el
establecimiento y se llevó la comida para el perro, la del bote rojo, aunque
aprovechó también para coger un par de latas de cerveza de aquella marca checa
de las ocasiones especiales junto a sus amados cacahuetes fritos, auténtico
alimento imprescindible en cualquier evento futbolístico de nuestro amigo.
Por el
camino iba escuchando la retransmisión de Rac1 con la previa del partido: los
miedos de los periodistas al enfrentarse al Celtic sin Messi, el recordatorio
de la dolorosa derrota del año pasado en el mismo Celtic Park, los problemas
tácticos frente a un equipo
ultradefensivo o las tópicas dudas por la titularidad sorpresiva de Bartra.
La media
hora anterior al partido la empleó en usos cotidianos que le perdonaran a ojos
de Mayte las dos horitas de las que iba a disponer de la televisión en
exclusiva. La cena del niño, el barrido y fregado de la cocina así como el
repaso a la agenda del pequeño lo eximieron de futuras responsabilidades del
cotidiano del hogar para las siguientes horas.
Eran ya las
20:45 cuando Luis encendió el Canal Plus a la vez que vigilaba de reojo que el
niño atacara de una vez por todas a las dichosas croquetas.
La
motivación del día estaba cerca. Tenía ya su cervecita checa en la mano, su bol
de cacahuetes en la mesita y estaban dando la alineación del Barça mientras se
escuchaba en el estadio un estremecedor “You'll never walk alone” coreado por
miles de gargantas escocesas. Fue en ese emocionante instante en que cayó en la
cuenta que su esposa acababa de sentarse en el sofá con cara de pocos amigos.
Tras echar un fugaz vistazo al rostro de Mayte pudo comprobar como la actitud
evasiva de las últimas semanas había cogido forma definitiva. Se avecinaba una
discusión de las históricas, de las que se presentan una vez cada tres o cuatro
meses. Lo presintió en los ojos de Mayte, entre tristes, apagados e irritados y
coléricos. Conocía esa ambivalencia en su mirada y tras escuchar las
alineaciones se atrevió a preguntarle a ella si estaba bien. Fue una pregunta
de cortesía y de aplazamiento puesto que no tenía la menor intención de prestar
atención a su mujer en aquél momento. Sin embargo al notar la mirada fija de
Mayte clavada en sus ojos y ese brillo especial de su pupila antes del llanto
entendió que no podía postergar la atención hacia ella. Intuyendo que la
cuestión podría solventarse brevemente, disminuyó el volumen del televisor con
el mando a distancia que tenía en propiedad con la intención de lanzar miradas
furtivas hacia el televisor para ver si habían novedades en el marcador.
Sin embargo
aquella no fue una conversación cualquiera. Lo supo en cuanto Mayte comenzó a
explicar entrecortada cómo se sentía y que ya no aguantaba más la situación.
Lógicamente Luis no entendía nada. Escuchaba atentamente a la vez que una voz
interior le avisaba de pequeños detalles: “¿la situación?... ¿pero qué
situación?; ¿Será que se mosqueó por no haberla acompañado a la reunión del
colegio?; parece que está verdaderamente agobiada pero no tengo idea de lo que
le pasa; ¿será que Samaras hoy va a hacer un partidazo como el de la semana
pasada? esas lágrimas no me gustan, la cosa parece seria…”
Tras unos
titubeos en la explicación por parte de Mayte le soltó la frase con la que Luis
iba a decorarse el resto de sus días: “es que no sé cómo decírtelo. Es difícil
de explicar ….pero últimamente siento por ti rabia y asco”.
Rabia y
asco. Rabia y asco. Luis comprendió rápidamente su falta de actividad sexual
los últimos meses así como los repetidos dolores de cabeza de Mayte.
Esa frase
fue el mensaje principal, aunque engalanado con otras explicaciones del tipo
hemisferio derecho, auténticamente caóticas y faltas de sentido para Luis.
Explicaciones centradas en momentos cotidianos pasados, en anteriores
discusiones o en reproches dolorosos del tipo “no me apoyas en mis decisiones,
me haces sentir paranoica con tu actitud, no tomas la iniciativa en lo
importante, no respetas mis intereses, aún espero que te posiciones en la
relación con tu familia, no te esfuerzas en sorprenderme…”
Sin embargo,
rabia y asco, era el mensaje que Luis mejor había procesado. Aún de manera
sorpresiva e inesperada, nuestro hincha del Barça, hizo esfuerzos por entender
el momento, el contexto y las palabras. Pero ella continuó antes que él pudiera
reaccionar: “esto terminó Luis. Ya no me das la seguridad que necesito, ya no
me aportas lo que antes”.
Absorto en
estas palabras, quedó callado y con la mirada perdida frente al televisor. Tuvo
tiempo de ver una dura entrada de Brown a Neymar antes de poder dar crédito a
lo que ella le estaba sugiriendo. Entendiendo la gravedad del asunto decidió
apagar la televisión y olvidarse de la Champions.
Como de
costumbre, la discusión no aportó nada de nuevo. A la información ininteligible
y abstracta de ella hubo que añadir la variante postural-emocional por la que
su mujer transmitía un dolor y sufrimiento intensos.
Luis quedó
paralizado. No podía entender ni admitir lo que estaba ocurriendo.
Para sus
adentros pensaba en que era un buen marido, fiel, respetuoso, solícito, buen
padre, agradable y cariñoso. Aunque el pensamiento que lo contextualizaba todo
no era otro que el de un cariño
desbordante por Mayte; un amor incondicional y sincero desde hacía diez
años.
Fue aquél un
día aciago y ciertamente sorprendente. Lo curioso del caso era que Luis, tras
un mazazo brutal como ese, aún disponía de cierta entereza mental como para
preguntarse si los gritos de los vecinos correspondían a una ocasión fallida o
a un gol.
Tras
finalizar la contienda familiar con la retirada de Mayte a su habitación, Luis
simuló su malestar y su alma destrozada con su mejor mirada perdida de cordero
degollado. A su vez y con el mando del canal plus bien controlado deseó con
todas sus fuerzas que su esposa cerrara de una vez la puerta de la habitación
para poder ver –ahora sí- el final del encuentro en Celtic Park. Por lo menos
el Barça ganó.
Molt bona història David. Molt ben narrada.
ResponderEliminarReal "como la vida misma"!!!
M'he sentit molt identificat a algunes parts...
Fins i tot, el paio es deia Lluís...😁
jajaja.... crec que bastants homes i dones es poden veure identificats....me'n alegro que t'hagi agradat!! Si vols pots llegir altres entrades del bloc aviam si t'agrada.....
EliminarUna abraçada company!!
Molt bona David, m'ha agradat molt! I com diu en Lluis molt ben narrada.
ResponderEliminarTambé hi ha parts que em resulten familiars... ;-)
Una abraçada!