Arthur cambió la
historia del futbol mundial para siempre. Y sin embargo pocos se acuerdan de
él.
Arthur jugaba con un
balón rudimentario por las polvorientas calles del Sao Paulo de inicios de
siglo XX. Un niño mulato que salvó la vida cierto día en que un auto de la
época irrumpió en su calle y él -balón pegado al pie- esqui
vó el atropello con un ágil y rápido movimiento de regate. Cuenta la leyenda que aquél día nació el "Jogo bonito" brasileño, aquél en que importa más el placer que el resultado, aquél que incide en las líneas curvas y olvida las rectas tal y como nos recuerda Eduardo Galeano, el que hace vibrar a todos, por el que merece la pena ver un encuentro.
vó el atropello con un ágil y rápido movimiento de regate. Cuenta la leyenda que aquél día nació el "Jogo bonito" brasileño, aquél en que importa más el placer que el resultado, aquél que incide en las líneas curvas y olvida las rectas tal y como nos recuerda Eduardo Galeano, el que hace vibrar a todos, por el que merece la pena ver un encuentro.
Hijo de lavandera
negra y de comerciante alemán, Fredenreich tuvo el coraje de luchar contra su
propio destino ligado al color de su piel.
En una época y un
país dónde se permitían por reglamento las faltas a los negros en los
encuentros de fútbol, Arthur demostró que ni con la violencia nadie era capaz
de pararlo y sorprendió a propios y extraños con la velocidad de su juego, la
agilidad y hermosura de sus movimientos, su capacidad goleadora inaudita y su
hambre de éxito y triunfo. De repente un negro lideraba una "seleçao"
de brasil - recordemos que por aquel entonces el fútbol brasileño era coto de
blancos y ricos- y eso no estaba bien visto ni era natural. Tal vez por ello
Arthur se veía obligado a menudo a alisarse como podía el pelo y a embadurnarse
la cara con polvo de arroz para emblanquecer su semblante. Aún así siempre
mantuvo claro su origen y se mostró orgulloso de su raza en una época en la que el
prejuicio y el racismo postesclavista hacían imposible el éxito social de un
negro.
Arthur fue el mejor
de su época y pocos saben que aún hoy es el mayor goleador de la historia del
fútbol mundial. Las estadísticas actuales no tienen en cuenta las de épocas
antiguas y nunca se dieron por válidas las de Arthur, aunque los periódicos de
la época las recogen y hablan de una media de casi gol y medio por partido con un total de 1329 goles, unos cientos más que Pelé.
Nunca pudo
participar en un mundial por lesiones pero obtuvo la admiración mundial en
diversos torneos en Francia y Alemania dónde fue catalogado como "Rey de
reyes", sorprendiendo a los periodistas europeos que nunca habían visto
nada similar. Llevó a Brasil a ganar sus primeros campeonatos sudamericanos y
dio entrada en el fútbol a todos los brasileños, a los negros, mulatos, "sararás" y demás que vieron en él la posibilidad de mejorar sus vidas y luchar por su
éxito social. Y vaya si lo hicieron. Sus herederos regalaron al fútbol los
mejores jugadores del mundo, la creatividad y la alegría, el espectáculo y el
baile en el estadio.
Arthur nunca fue consciente de ello pero el título logrado en 1919 con su gol
ante Uruguay volcó la mirada de la sociedad brasileña hacia el fútbol y desde
ese momento ya nada sería lo mismo en la historia del deporte. Ese mismo día
del triunfo ante los Charrúa los periódicos de todo el país abrieron sus
portadas con la foto de un negro triunfador...era el principio de un cambio que aún hoy está muy lejos de ser completado.
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