En
diciembre se cumplieron 38 años de un momento histórico para el fútbol vasco.
Fue una soleada tarde de ese mes de 1976 en el viejo y querido Atocha, símbolo
del fútbol guipuzcoano, dónde saltaban al césped juntos los dos equipos más
laureados de Euskadi: la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao. Pero aquella
salida de ambos conjuntos iba a ser especial y conmovedora para toda la
parroquia. Los dos capitanes, Inaxio Kortabarria y el
mítico José Ángel Iribar, aparecían juntos enarbolando la
bandera de su país, en aquél momento prohibida en España. Pasearon desde la
salida de vestuarios hasta el centro del campo con una Ikurriña casera bordada
por la hermana de Josean de la Hoz, suplente del club realista que había propuesto
y liderado semejante afrenta ante el aún fascistoide gobierno de España.
Todos los
jugadores secundaron en comitiva a sus capitanes demostrando al mundo su
orgullo por ser vascos y recriminando la falta de libertades en la que vivíamos
todos sumidos por aquél entonces.
Josean de la
Hoz tuvo la idea inicial y así fue propuesta al resto de jugadores de la Real y
al club; más tarde lo propondrían al Athlétic y sus jugadores aceptando todos
inmediatamente.
La Ikurriña
llegó al estadio escondida en el automóvil del propio Josean. Quiso la mala
suerte o la intuición de un policía de la época que el vehículo del propio
jugador fuera parado en las inmediaciones de Atocha y registrado a conciencia
queriendo la fortuna que la bandera escondida bajo los asientos no fuera vista
por los agentes.
Se comenta
que algunos de los policías nacionales dentro del estadio al ver que los dos
equipos saltaban al terreno de juego con su insignia nacional estuvieron a
punto de crear un serio altercado arrebatándoles a los capitanes la tela por la
fuerza y pretendiendo detenerlos allí mismo. Alguno de los uniformados, no nos
consta si por inteligencia o por miedo, hizo desistir a sus descerebrados
compañeros y se limitó a lanzar unos cuantos gritos al estilo de "esto no
quedará así!" hacia los jugadores.
El público
donostiarra que asistió a ese partido difícilmente va a olvidar lo sucedido.
Los jugadores creo que tampoco. Y es que algunas veces el deporte regala gratas
sorpresas en forma de reivindicación o pequeñas rebeldías ante la injusticia.
Quizás estas anécdotas nos queden muy lejanas hoy, especialmente en el
multimillonario mundo del fútbol de élite pero vale la pena rescatarlas del
baúl de los recuerdos para que los deportistas jóvenes de hoy no se limiten
exclusivamente a estar pendientes de su corte de pelo o de su nueva chaqueta de diseño exclusivo con
filigranas a juego con los botones de la bragueta.
Aquél 5 de
diciembre la victoria realista por 5-0 fue lo anecdótico. Ganaron todos. Ganó
Euskadi.
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