jueves, 18 de febrero de 2016

Bondad del juez de linea



El conductor del extraño vehículo eléctrico que deambula por el Camp Nou con un jugador lesionado y quejoso no se sacó nunca el carnet de conducir. Quizás fuera por eso que en la última jornada liguera atropelló al juez de línea y le rompió la tibia por tres sitios.

 De nada sirvieron sus excusas ni súplicas el lunes por la mañana cuando fue llamado a las oficinas del club. Sin mucha misericordia fue expulsado del club para ir a engrosar las listas del paro. 

El ridículo había sido histórico y todas las televisiones y webs del mundo repetían constantemente el incidente con cierta sorna. La cobertura mediática también se concentraba en el hospital barcelonés donde estaba ingresado García Otero -el juez de linea gallego- al que no le hacía ninguna gracia tener que ser operado y imaginarse los siguientes cinco meses de recuperación. 

Paco, el triste conductor se veía una y otra vez en la televisión poniéndose las manos a la cabeza tras darse cuenta del brutal estropicio. Sus hijos sufrían las burlas atroces de sus compañeros de clase, otrora admiradores de la profesión de su padre y su mujer recibía el pésame de cada clienta que entraba en la floristería que regentaba en el barrio.

García Otero tras ser operado de urgencia relataba para los medios su patética experiencia sobre el terreno de juego: " estaba ahí hablando con el árbitro por el pinganillo que de repente atiné que el vehículo venía directo hacia mi con el jugador lesionado a cuestas; pensé que giraría o pararía pero no, se lanzó hacia mi y aunque intenté esquivarlo se me tiró encima enganchándome la pierna de lleno y partiéndomela por tres lados... De repente observé mi pie colgando y un dolor horrible se apoderó de mi. El conductor hizo marcha atrás acabando de rematar mi maltrecha pierna pasando por encima de nuevo y acabando de romper lo poco que quedaba sano... Horrible".

Los jugadores del Barça hablaron del suceso en la rueda de prensa y un par de ellos tuvieron que contenerse la risa ante la pregunta. El público del Nou Camp también se tronchó de risa ajeno, al principio, de la enorme lesión del juez gallego.
El presidente, entrevistado en el palco al terminar el encuentro, se comprometió a ayudar a la familia del damnificado sin especificar cómo y todos los periodistas que al igual que el público se rieron con la escena en directo después tuvieron que rectificar al ver la tibia de García Otero destrozada.

Paco pensaba en todo ello unos días después. No entendía cómo la maldita zapatilla se le había enganchado en el pedal del gas. Se sentía estúpido y solo, culpable de un ridículo histórico para con su club y apesadumbrado por  el desastre económico para la familia tras perder el empleo "ipso facto". A sus cuarenta años y con una formación mas bien limitada sentía que las oportunidades importantes de la vida ya habían pasado de largo y este último golpe no había hecho sino confirmar su fracaso. Se sentía deprimido, triste y no entendía el origen de su desgracia. "Soy un tipo trabajador; cada semana me dejo la piel ayudando en la limpieza del estadio, en los sobrantes del césped, las cajas de los proveedores, los materiales a organizar, el encuadre de los anuncios,  las malditas rayas del terreno de juego,  haciendo el mantemiento de las cortadoras de césped, ordenando los vestuarios... Y tengo un error y me echan a la calle así, expedientado y sin indemnización, humillado y ridiculizado... No es justo!"

Una semana más tarde y ya resignado a engrosar las listas del paro de este país decidió escribir una carta a García Otero: " Sr García Otero. Ante todo querría disculparme por mi tremendo error. Soy consciente de que usted a parte de juez de línea profesional  se dedica a ser profesor de educación física así como escalador de élite y maratoniano amateur. Sé que le he jodido la vida ya que en un futuro será un profesor de educación física cojo y un escalador y maratoniano frustrado. Perdón. PERDON. No atisbo a encontrar disculpas suficientes. Me siento horriblemente mal. Nunca en mi vida le hice daño a nadie y no soporto pensar que por mi culpa alguien va a estar jodido de por vida. Imagino que va a guardarme rencor aunque me veo en la obligación de recordarle que el accidente fue totalmente fortuito (se me enganchó la zapatilla en el pedal del gas) . Tras pasar por encima de su pierna por segunda vez y observar su banderín tirado sobre el césped dándome cuenta de sus alaridos de dolor sentí que era la persona más patosa del mundo y me quise hacer desaparecer. Cuando bajé del vehículo y vi su tibia doblada por varias partes toda mi vida se me pasó por delante: las burlas de mis compañeros de clase en Santa Coloma, mis tristes empleos de juventud en Hospitalet, el esfuerzo de mis padres para comprar una mierda de casa, la seducción de mi esposa en la feria de Santa Eulalia,  nuestra primera casa alquilada en Trinitat Vella, el enchufe espectacular de mi cuñado en el Barça.... Y pensé durante unos segundos que todo se iba a la mierda. Y creí que realmente soy la persona más inepta del mundo. Y llegué a la conclusión que destrozar la pierna de un juez de línea es de lo más patético que le puede ocurrir a alguien en la vida. Espero que me perdone y no se acuerde mucho de mi madre cuando pretenda escalar alguna pared y se de cuenta que su maltrecha tibia no le permite más alegrías. Disculpándose de nuevo se despide su amigo Paco... Si puedo hacer algo más por usted estaré presto a ayudarlo en lo que sea".

García Otero no dudó en responder de manera muy rápida: " Querido Paco, a parte de ser, hoy por hoy, un lisiado en mi escuela y un maratoniano y escalador que pudo ser muy grande pero que no va a ser nadie también soy un ser humano empático que entiende su impotencia. Y si le soy sincero también soy un nuevo rico gracias a Euromillones. Por ello le emplazo a quedar en un mes en su ciudad y cederle tranquilamente una parte de mis increíbles ganancias en este juego. Estamos hablando de cederle unos  dos millones de euros. Supongo que eso le ayudará a tirar adelante su familia y a organizarse un futuro relajado. No se sienta culpable por el accidente. Usted no tuvo la culpa. Piense que, de alguna manera, de una desgracia a veces aparece una bendición. Téngalo presente. 
Un abrazo de Javier. 
PD: ¿se siente mejor?, espero que se siga sintiendo igual de bien cuando sepa que en mi vida compré un boleto de euromillones… "

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