Los forofos
futboleros acostumbramos a recordar fechas, lugares y personas asociándolos a
eventos deportivos concretos. O tal vez sea lo contrario. Lo ignoro. El hecho
es que en mi caso es así. No en vano recuerdo como si fuera ahora el desastre
de Sevilla contra el Steaua pegado a mi transistor conteniendo el llanto, la
pizza en casa de mis padres el día del zapatazo de Koeman en Wembley, los goles
de Rossi en Sarrià con mi bicicleta "panther roja" en la puerta o el
sospechoso doce a uno de España a Malta en casa de los vecinos con una mirinda
en mis manos.
Precisamente
hoy he recordado un día concreto de gloria blaugrana. Todos los futboleros
catalanes vamos a recordar la goleada de 2009 en el Bernabéu. Cada uno sabrá
dónde vio el partido, con qué personas compartió esa alegría y cómo lo celebró
después. Normal.
Lo curioso
de estos recuerdos es que se envuelven en una suerte de magia que consigue
trasladarnos a un lugar concreto de nuestro tiempo en que el contexto en que
vivíamos se nos aparece de nuevo con todo su esplendor o crudeza. Se antoja
como una marca especial similar a los puntos de restauración de los ordenadores
modernos en los que con sólo apretar una tecla todo el sistema se restaura
exactamente como estaba en aquél momento. A menudo desearíamos que esos viajes
y arreglos en el tiempo formaran parte de la vida real y no sólo de la
electrónica. En mi caso nunca lo había deseado hasta estos últimos meses. Algún
día tenía que llegar.
Todo el
mundo sabe que la memoria tiene grandes fallos y la neurociencia nos demuestra
a diario que seleccionamos los recuerdos y les damos nuevos sentidos y matices
con el pasar del tiempo y las experiencias, sumando y restando emociones,
agregando y obviando detalles, permitiéndonos adornos a menudo necesarios para
poder seguir viviendo tranquilos. Ignoro si mi percepción de ese nueve de mayo
de hace cinco años se ha desvirtuado en exceso o permanece límpida y fiel a la
realidad, al menos a la mía. Lo entrañable del caso es que un partido de futbol
concreto, en un momento especial consigue trasladarme mágicamente a una vida
anterior, en un contexto distinto y con unas vivencias, temores, alegrías y
esperanzas muy diferentes a las de hoy. Y eso me hace feliz. Y eso me hace
desdichado. Porque es grande recordar lo que ya te ilusionó a la vez que triste
saber que fue un momento del pasado.
Precisamente
hoy jugaba el Barça en el Bernabéu y deseé con todas mis fuerzas una nueva
goleada; exactamente la misma, un 2-6. Anhelé tanto ese resultado por un motivo
fuera de mi pasión barcelonista. Y es que necesitaba que se repitiera ese
marcador para que mi mente no acudiera en el futuro tan rápidamente como lo
hace ahora a aquella noche de hace un lustro; para que de ahora en adelante
tuviera dudas, mezclara fechas y resultados para así librarme de ese recuerdo
tan vívido en el Bar Continental de Gràcia. Reminiscencia de mis reniegos
soportados por ti durante un rato al no encontrar un lugar digno dónde poder
ver el encuentro, de la chaqueta negra -tu favorita- que tan bien te sentaba,
de estar de pie en aquél bar tomando unas cervezas abrazándote a cada gol, de
tus ojos chispeantes compartiendo conmigo la emoción del último tanto cuando tu
afición futbolera era y es más bien discreta, de tu alegría por verme feliz y
estremecido, de tus besos y vítores celebrando el pitido final, de darme la mano
feliz al volver paseando a casa, de regalarme pasión y amor en un día tan fútil
para la historia de la humanidad pero ahora tan trascendental para la mía.
Gracias por compartir con todo tu ser ese momento.