El jefe de
mi padre, el sr Vallés era miembro de la directiva del Barça. Fue por esta vía
que obtuve mi primera experiencia en un campo de fútbol, gracias a unas
invitaciones que el Sr Vallés nos regaló en tribuna. Fue en un Barça - Sporting
de Gijón y creo recordar que el resultado final fue de empate a dos.
Por aquél
entonces yo no había mostrado aún interés alguno por el fútbol por lo que mi
padre tampoco mostró excesivo entusiasmo en llevarme. De todos modos los dos
nos dirigimos al Camp Nou aquél día.
Mi padre
tampoco era gran aficionado al fútbol. Solía decir que era "perico"
pero todos sabíamos que se trataba más de un acto de rebeldía que de una
verdadera pasión.
Tras sortear
el tráfico de General Mitre con la flamante vespa azul de mi padre, logramos
acomodarnos en la tribuna del estadio y una vez allí, cómodamente sentado
instantes antes del comienzo del partido me percaté de un par de cosas que me
llamaron poderosísimamente la atención: por un lado esa hierba verde, tan verde
como un prado espectacular, luminosa y hermosa y por otro, la falta de
comentarista!
Yo no debía
tener más de ocho años y mi experiencia futbolística se basaba en los eternos
partidos en blanco y negro de la televisión. No había caído en la cuenta de que
en un estadio los colores de todo eran tan vivos y que el comentarista de la
tele no estaba presente para detallar y explicar las jugadas. A menudo los
niños disponen de una experiencia concreta de la realidad marcada por los
medios o por experiencias que luego generalizan y que más adelante descubren
con algarabía y riéndose de sí mismos.
Cuando mi
padre se encontró con mi pregunta de por qué no radiaban el partido creo que
rio un poco aunque no recuerdo bien su respuesta. Lo que sí recuerdo eran sus
comentarios sobre mi actitud en el estadio. "Pareces un lord inglés! Ni
gritas, ni muestras emociones... Vaya tío más soso!" Y es que con ocho
años a mí el tema futbolístico me dejaba bastante indiferente. Era del Barça,
claro; pero por inercia, porque todo el mundo conocido era del Barça. Cómo no
iba a serlo?
Unos días
más tarde, en un Barça- Zaragoza en que los azulgrana ganaron por dos a cero,
el Sr Vallés bajó al vestuario y se hizo con el balón del partido, un flamante
Adidas Chile Durlast (official world cup 1974). Resuelto, se dirigió a los
jugadores y les pidió que lo firmaran ya que lo quería regalar al hijo del sr
Llorenç, mi padre.
Hoy aún
tengo en casa de mis padres el viejo balón, ya deteriorado, pero en el que aún
pueden leerse vagamente las firmas de los Simonssen, Ramos, Olmo, Artola ….
Muchas
noches después acariciaría el cuero maltrecho de ese tesoro fantaseando con que
un día fue pateado por esos jugadores, viejas glorias del Barça. Con el tiempo
se convirtió, claro, en icono museístico para mostrar con orgullo a los amigos
que venían de visita a mi casa. Algún día ese balón pasará a manos de mi
hijo.
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