El día
primero de este mes de marzo no sólo ha sido una jornada gélida en la mayor
parte de Europa, azotada por una oleada polar. También ha sido un día triste
para la família Fontaine ya que el viejo Just decidió partir a jugar a lejanos
terrenos de juego desconocidos por los mortales. Tal vez en ellos, liberado de
la pesada carga física de sus noventa años en la tierra, vuelva a fluir en
armonía en su deporte favorito y pueda compartir partidos esotéricos con sus
antiguos compañeros del once ideal del mundial de Suecia, ese en que un
adolescente brasileño se dio a conocer como la "perla negra" y
transformó para siempre la historia, ese en que el propio Just Fontaine logró
la friolera de 13 goles, récord que permanece hasta hoy y que como mínimo
tardará 68 años en ser batido; en el próximo mundial 2026 los goleadores
tendrán una nueva oportunidad, desaprovechadas las 16 anteriores.
Tal vez en
esos encuentros en alguna dimensión oculta a nosotros un rejuvenecido Just
pueda batir de nuevo a Yashin, hacer paredes con Kopa, intentar sortear los
empaques de Orlando o Bellini en la defensa y observar en la lejanía de la otra
área las maravillas del cojo Garrincha junto a Didí combinando de manera
espectacular con otro recién llegado que como ya hizo en la tierra deslumbre
también allí por encima de todos.
Just
Fontaine tenía su espacio en mi colección de cromos de la "Historia de los
Mundiales", una publicación que regalaba una conocida marca de lácticos en
aquél lejano 1982. Yo la completé todo lo que pude pero como en casi toda
colección de esta índole terminó sus dias inacabada tirada en un cajón
esperando a la posteridad. Nunca conseguí el cromo de Just Fontaine, aunque lo
deseé mucho. Recuerdo leer mil veces la explicación dónde se describía
brevemente su gesta y se recordaba que tantos años después su récord permanecía
intacto. Su nombre me evocaba ya en esa época cierta nostalgia de tiempos
pasados, muy antiguos y lejanos. Por ello siempre asocié su persona a algo muy
remoto otorgándole categoría de mito del deporte y no poniéndole cara ni foto;
sólo un dibujo con su rostro dónde se debía enganchar el cromo que nunca llegó
a mis manos.
Por todo
ello cuando hace unos días anunciaron su muerte me sentí triste por la pérdida
de un ser humano pero también feliz por pensar que partió de nuestro mundo con
un récord bajo el brazo, uno que nadie pudo arrebatarle en vida, uno que espero
que jamás nadie se acerque a igualar.