Cada año llega el
partido del siglo. Desde que tengo uso de razón cada temporada nos venden por
los medios uno o más partidos del siglo y nos lo creemos sin pensar
demasiado.
Así son las cosas.
Esta temporada ya no recordamos el partido del siglo del año pasado. Sólo
existe este, el de la semana que viene. Y en él ponemos todas nuestras energías
y esperanzas.
Los futboleros
atendemos a la llamada del super partido esperanzados por la posible gloria sin
atender a los fracasos ni disfrutar de las alegrías pasadas. Esa esperanza en
un espectáculo increíble se nos presenta a modo de anestesia frente a los sometimientos y renuncias sociales que
nos estrangulan. El poder se ampara en nuestra libertad para elegir de entre
todas las posibilidades para centrar nuestra atención precisamente aquellas con
mayor dosis de diversión, emoción y pasión permitiéndonos olvidar todo aquello
que nos atenaza o la simple observación de la injusticia de la que todos
formamos parte.
A modo de "pan y
circo" el partido del siglo somete sutilmente nuestras ansias de libertad
-para los que las tengan- así como anestesia a todos aquellos que no tienen
conciencia de estar alienados. Mi caso particular es el del alienado parcial amparado
en la incoherencia. Sólo me salvan las tesis de Bauman. Bendita sociedad
líquida.
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