No
todas las noches Toni llega a casa tan borracho con la excusa algo sobada del
partido de copa. Esta noche nuestro amigo intenta abrir la puerta de la calle
recordando las risas entusiastas con sus amigos a propósito de la conversación
machista sobre sus mujeres. Lo que a priori parece algo sexista se reconvierte
con el calor de las copas en un diálogo ameno, comprensible y lo que es peor,
consensuado entre todos sus amigos. "No
puede ser que a todos nos ocurran las mismas cosas", piensa
mientras lucha ferozmente por encontrar la llave.
Esta
noche el barça ha derrotado al atlético por un triste uno a cero. Toni lo ha
pasado bien. Tuvo frío, allí en tercera gradería, pero se llevó la manta para
taparse las piernas.
Cuando
salía del estadio Fede le chinchó para irse al bar de costumbre a hacer la
última copa y él, ingenuo, picó. Fede tiene una relación abierta con Carla, tan
abierta que está llena de posibilidades. Miguel está soltero, asiduo a las
putas, sin hora límite de vuelta a casa. Ricardo tiene novia pero está lejos
hoy.
Los
cuatro toman copas entre risas y recuerdos de adolescencia. La cuarentena les
está minando la vida pero ellos siguen empedernidos en su juventud bien
llevada.
Toni
se siente culpable por emborracharse lejos
de su amada, aquella que nueve meses atrás le dejó tras más de diez años
junto, pero se toma gin-tonic tras gin-tonic encogiendo a cada trago su
remordimiento.
La
terapia machista del futbol surge efecto y hace que los cuatro muchachos
vuelvan a casa enardecidos, eufóricos.
Por
su parte, Toni, siente hoy con más firmeza que ama a Eva. Lo siente con mayor
ímpetu contra más violentas son las reprimendas de sus amigos; "¿cómo que la has de re enamorar?...";
"¿ella sabrá lo que se pierde, no?";
"¿y ahora has de hacer los mil detallitos
de novio primerizo?"; "Aprovecha
que toda tu vida has ligado para ponerte ahora las botas!"; "¿Cómo que se siente insegura?... O amas a alguien o
no!"; "la culpa es tuya por
ser un calzonazos"; "para que
una relación funcione bien tú debes marcar las líneas rojas desde el inicio"…. En ese contexto de machos entre copas todo
parece claro. Un hombre debe manejar sus sentimientos con firmeza, sabiéndose
dueño y señor de sí mismo, con un sutil toque de dominación disimulada por una
seguridad bien aparentada. Uno no puede venirse abajo ni dejarse llevar por
emociones que un machote como él debería controlar. Brindan y ríen. Despotrican
de sus mujeres y se burlan de lo que no entienden. Parecen felices.
Pero
a decir verdad, en la soledad de su dormitorio Toni no puede controlar sus
sentimientos y rompe a llorar violentamente, con tal ímpetu y voluntad que
parecería que todas las lágrimas nunca antes derramadas se concentran hoy en su
almohada, empapada y con un dulce aroma a ginebra. Siente que toda la fortaleza
y nueva determinación encontrada en el bar se esfuma con sigilo dando paso a la
angustia profunda por no tener a Eva su lado, por no sentir su cuerpo ni su
risa. Poco a poco una somnolencia alcoholizada se va apoderando de él ajeno a
la realidad que esa fortaleza masculina del bar también se desvanece
invariablemente en el resto de sus amigos, en la totalidad de hombres que él
cree conocer.