No
fue otro motivo sino únicamente la
obstinada testarudez del técnico argentino, destinado a diferenciarse
definitivamente de su escuela de origen, la que llevó al modesto equipo desde
la siempre presente opción de descenso a segunda a la permanente opción de
lucha por el título liguero nacional. Más allá de los títulos, el equipo se
había convertido en una escuadra de referencia mundial por su solvencia en el
juego de ataque y su cariño por el control del balón y el juego. Todo ello
había repercutido claramente en el modo de juego del guardameta, Miguel
,oriundo de un pequeño pueblo murciano, provocando en él largos espacios de
tiempo sin intervenir en el juego, a la espera de algún balón cedido o alguna
fugaz acción del contrincante, casi siempre pertrechado en su área defendiendo
con uñas y dientes el acoso incesante de su rival.
Miguel
disfrutaba de larguísimos espacios de paz, sin intervenir en el juego ya que
sus compañeros se encargaban con éxito de mantener al contrincante agazapado en
su área.
Aquella
tarde, el guardameta andaba algo confuso por la última discusión con su esposa,
fémina aguerrida y controladora, y se sentía apesadumbrado por las duras
palabras de desdén que ella le había lanzado. Su nula misión en el juego le
dejaba tiempo para aflorar sus pensamientos y desenchufarse momentáneamente del
partido. Impertérrito al borde del área recordó el penoso origen de la
discusión y llegó a la conclusión que el el hecho de descuidarse el pote de
champú y gel abiertos en la bañera tampoco era algo tan grave ni ofensivo para
provocar la aversiva conducta de su esposa. Así las cosas y ensimismado en
tales pensamientos tuvo el acierto de dar un buen pase hacia el carrilero que
de nuevo enzarzaba la batalla en terreno rival.
Miguel
se sentía afligido por la dura discusión y se echaba la culpa por no haber
tapado los dichosos enseres del baño
pero un atisbo de rabia contenida recorría sus venas: ¿cómo podía ser que en su
baño se agolparan de manera inexplicable docenas de champús para la caspa, para
la grasa, para fortalecer, para las mechas, teñidos, rizos perfectos ,
ondulados, reflejos, alisado japonés, liso normal y tantos otros acompañados de
filtros solares, mascarillas diversas, tónicos de todo tipo y acondicionadores
de diversas marcas y todos ellos -eso sí, perfectamente tapados- pero todos a
medias o casi llenos?, ¿cómo se explicaba eso?, ¿no era aquella suerte de
muestra extrema de peluquería de lujo atiborrada mucho peor que su simple bote
de gel destapado encima de la bañera? ,
¿no representaba para su orden cotidiano mucha mayor afrenta toda
aquélla algarabía sin sentido que un triste champú sin cerrar? , ¿a qué extraña
adicción se debería aquél desvarío que tanto le acongojaba cada mañana en el
baño educado él en una cultura de "cuando se termina algo se compra lo
siguiente"? Atrapado en esa idea no
atisbó a reaccionar ante un descomunal punterazo desde fuera del área del nueve
rival, que a la postre era calvo y celebró el golazo con su equipo dejándose
besar la cabeza repetidamente por el resto de sus compañeros.
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