Entre
adormecido y tenso el papá de Julio intenta echar una complicada cabezadita en
ese sillón hospitalario aparentemente amable pero decididamente jodido
aprovechando que el niño parece haberse dormido tras una noche entera de
dolores, cambios de suero, controles de la enfermera y continuos mensajes de
móvil de la mamá, que extenuada tras una semana de noches interminables fue
hoy, vigilia de navidad, obligada por su esposo a marcharse a casa de los
abuelos a descansar y reconfortarse con la familia.
Consigue
dormir un corto espacio de tiempo, el suficiente para llenarse de extraños
sueños que emanan felicidad, montañas infinitas y colores pastel acompañados de
suaves sonidos que se truncan a cada poco con leves dolores en el cuello,
encorvado y maltrecho en la silla. Mientras, Julio duerme tranquilo y sueña con
despertarse esta mañana temprano y poder conocer a alguno de sus jugadores de
fútbol favoritos que hoy mismo pasarán por el hospital infantil a visitar a los
niños ingresados. Sus pensamientos oníricos lo llevan a verse corriendo en el
estadio al lado del gran "10" brasileño, pasando el balón al
delantero centro y recreándose en una hermosa pared al borde del área que
termina en un maravilloso gol por la escuadra.
El
movimiento en el hospital nunca cesa pero se hace más evidente a partir de las
ocho cuando los desangelados carritos con los desayunos empiezan a escucharse a
lo largo del pasillo. Ese instante recuerda al papá dónde se encuentra y al
niño que tiene hambre y ambos despiertan simultáneamente a la vez que se buscan
rápidamente con la mirada. Julio sonríe a su papá y le pregunta si durmió. Él
asiente y simula un despertar lento tras un largo letargo.
El desayuno
hoy es distinto. Es Navidad y el hospital se esmera en dar a los niños que
pueden unos cereales especiales con unas galletas muy ricas. Además Julio
descubre un pequeño regalo de Papa Noel debajo de la tapa: una tortuga Ninja!
Hoy es
Navidad y su mamá llegará pronto con los regalos que aparecieron en casa de los
abuelos para él!. Van a pasar el día los tres juntos y Julio quiere que sea una jornada especial no
sólo para él sino también para sus padres, sabedor que están sufriendo
muchísimo.
Sin embargo,
antes que llegue mamá van a pasar por el hospital los jugadores de fútbol que
tantas veces vio por televisión. Desea con todas sus fuerzas que el gran
"10" brasileño pase por su habitación. Desde sus primeros recuerdos
siempre quiso ser como él: rápido, fuerte, listo, admirado y dueño y señor de
todos los elogios mundiales. Desea tocarlo, darle la mano y …. Qué demonios!, abrazarlo y besarlo!
Julio está
nervioso. Va pasando el tiempo y los futbolistas no aparecen. Empieza a pensar
en la posibilidad que todo haya sido un bulo o una simple declaración de buenas
intenciones aunque se resiste a esta idea y se aferra a la ilusión.
Su papá lo
anima y le comenta que, efectivamente, van a venir aunque no está seguro que su
amado "10" aparezca por su habitación.
El niño -como muchos- tiene endiosado a ese muchacho
próximo a la treintena que tan bien toca el cuero. Piensa en él como en un ser
supremo, poderoso y superior al resto. Querrá abrazarlo y besarlo cuando se le
acerque; le pedirá un autógrafo, llorará de emoción, le pedirá poder verle en
el estadio … pero todo cambia cuando el jugador de Paraná entra en la
habitación. Julio comprende de repente que se trata de un simple hombre, un
poco más joven que su padre, simpático y bien vestido. Pero un simple hombre.
Lejos de
llorar o emocionarse, Julio se alegra discretamente y corresponde a los besos
del jovial brasileño con entusiasmo aunque una leve desilusión se apodera de él
progresivamente.
A la
pregunta del astro mundial sobre qué le pidió esta navidad a Papa Noel, Julio
no puede resistirse y le espeta: " que me invites a un partido y me
dediques un gol las próximas navidades". Sorprendido, el "10" no
sabe qué decir y le pregunta ingenuamente el motivo por el que tiene que
cumplirse ese deseo en un año y no ahora mismo, en el próximo partido de
copa… Julio se queda callado unos
segundos mientras el jugador le enrolla al cuello una bufanda del club y le
besa cariñosamente en la mejilla mientras sonríe y mira a la cámara. Con calma,
Julio le agarra suavemente por el cuello y hablándole discretamente al oído le
comenta: "porque si puedo ir a tu partido las próximas navidades significará
que estoy vivo".
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